La vida, por muy serena y aburrida que nos toque la nuestra, te trae permanentemente colecciones enteras de sorpresas. A veces de una en una, otras en verdaderas jarcas.
Hoy se ha descolgado el correo electrónico con un regalo inesperado. “Le damos la bienvenida a su nuevo resumen mensual de Microsoft Viva”, con un rosario de promesas que en mi caso bien pueden pasar por amenazas. Por ejemplo:
“Trabaje de forma más inteligente con Microsoft Viva Insights / Explore información sobre sus patrones de trabajo en áreas como enfoque, bienestar, red y colaboración”
“Obtenga conclusiones que le ayudarán a mejorar / Analice la forma en la que trabaja para comprender y mejorar sus patrones de trabajo”
Personalmente, todo esto me suena como un discurso de investidura, como una parrafada vacía dirigida a alguien que no va a votar, como uno de esos engolamientos verbales de mucha entonación cantarina, poco contenido y largas peroratas. Pero claro, quién es uno para menospreciar los desvelos de Microsoft o de cualquier otro especialista… Ah, y también aparece el destacado “Envíe comentarios”, así, en un rectángulo azul que recuerda un poco a los pasajes más ásperos de una declaración de la renta, a la portada de una multa de tráfico o a la segunda página de una de esas instancias que uno rellena con el sudor de su frente sabiendo que no va a llegar a sitio alguno. ¿Qué comentarios? ¿De qué naturaleza? ¿Sobre qué? ¿Quién lo pide? Y sobre todo ¿para qué?
Eso se lo guarda el sistema para sí mismo, lo que no hace sino acrecentar por igual incertidumbre, zozobra, falta de esperanza y ganas de intentar batir los 100 metros lisos dentro de casa. Desesperanza con respecto a la posibilidad de comprenderlo; no incertidumbre o abatimiento a causa de la seguridad: todo está verificado a conciencia y yo sé que Aktios vela en silencio para que las licencias que se toman Microsoft o Google con la propia autoestima de uno no pasen de ahí, de una pequeña chufla.
Microsoft Viva Insights sigue a lo suyo. No pasa una semana sin que se deje caer por aquí (sin que sepa uno ahora mismo qué lugar físico o metafísico pueda ser este “aquí”), o cuando menos asomar la gaita con su aire de cántico juvenil entusiasta. No digo contagioso, digo entusiasta, y lo es.
¿Se percibe un tufillo negativo, receloso, tal vez una pose de testarudo chapado a la antigua? Nada más lejos. Algunos vivimos en la cuerda floja de la contradicción permanente, con ganas sinceras de aceptar, pero con una tendencia íntima y oscura a la negación. Si fuera la negación de la mayor, bien, vale, marchando una diatriba lógica. Pero es la negación negra y fatalista. De manera que aquí, a punto de poner un punto final, niego la mayor y exclamo: mi fe en la tecnología está por encima de mi desconfianza, mi condición optimista se basa, precisamente, en esperar siempre lo mejor, y eso incluye maldecir la realidad cuando es superable. La conciencia de la oscuridad es una condición para el descubrimiento. Hay Medicina porque alguien en su día fue más lejos y experimentó con sus propios límites. A ver ¿quién es aquí el pesimista?
Hala, venga, envíe comentarios. No faltaba más. Y prepárese, que todavía nos queda Yammer. ¿Yammer?
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